EL PUENTE DE BARCAS

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domingo, 19 de diciembre de 2010

PRECIOSO ACTO PARA LOS NIÑOS ENFERMOS DEL HOSPITAL MACARENA ( archivo:J.A.Rodriguez)












Precioso acto de visita al Hospital, saliendo desde la Basilica de la Macarena hasta el Área de oncología del Hospital.

Erase una vez una reina que bajó de su trono para recibir los besos – y las penas - de su pueblo. En cuestión de días, ante ella desfilaron por su palacio basilical los vecinos de los callejones, los ancianos de la Feria, las mujeres del Cerezo… Pero a esa reina, la reina Esperanza, le faltó su cohorte de niños de mirada azul.

Extrañada, miró desde su casa el palacio blanco donde estos habitaban, detrás del antiguo Hospital de las Cinco Llagas y, viendo que no venían a cortejarla, envió a su séquito de beduinos y hasta un emisario real para que le informaran de tan preciada ausencia.
Ayer llovía, pero fue capaz de parar la lluvia a eso de las nueve para que saliera el Sol. Ese fue el nombre que eligió para su banda, que fue despertando a la ciudad que vivía fuera de la muralla.

Al llegar al palacio blanco, el cortejo se cruzó con cada uno de los niños de mirada azul que, este año, habían faltado a su cita ante la Reina. Los beduinos venían a apresarlos, por ausentarse de la obligada visita con su alteza Esperanza. Pero el pequeño Alberto tenía el pijama puesto. Y, también lo llevaban Leticia, Alba y Libertad. A ésta última, le dieron una foto de la Reina por si la reconocía, y su madre le preguntó: “Mi vida, ¿qué le dices tú a la Macarena?”. Y cuando todos esperaban que la niña dijera “guapa”, de los labios de Libertad salió un “Macarena, ponme buena”.

Entonces, cuentan que los huestes y beduinos entendieron por qué esos niños de pijamas celestes, este año, no habían podido acudir a su encuentro con Ella. Pero es tan grande su poder de llegar a todos, que la cohorte que tomó el palacio blanco comenzó a repartir estampas con su rostro de cinco esmeraldas.

Y, enterada la Reina, sentenció que los presentes que las gentes del pueblo había reservado para su príncipe fueran llevados al palacio blanco. Envió a su paje, “Antonio el de Santiago”, para que recogiera de los niños las cartas con sus deseos más anhelados. Y allí fueron a cantar artistas del reino y bufones. Porque en aquel lugar, a partir de entonces, siempre se iba a ser feliz. Por eso ordenó que el palacio blanco, donde los niños visten de pijama, llevara su nombre. Y por eso allí no falta la Macarena, ni las Vísperas. Porque al fin y al cabo la víspera es un estado constante de Esperanza.
J. A. RODRÍGUEZ

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