EL PUENTE DE BARCAS

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sábado, 2 de abril de 2022

YA VAMOS AL TEMPLO DE LA FE ( video Pepe Remero )


Habiendo casi cerrado ya las puertas de la Cuaresma, el sol empieza a escribir en las azoteas del nuestro barrio, aquel barrio dando sus lecciones de Primavera. Hoy, asomado a la cancela de esta Primavera que se me antoja una princesa caminando de puntillas, os llamo a lo mismo, a la costumbre; os llamo al plateado dolor de nuestra canastilla, al encaje del pañuelo de salud, a la sevillanía insobornable de Las Cigarreras, al atronador silencio de Caifas, al dolor gótico del llanto de una madre, a la silente Misericordia Soberana, a la mirada sorpredida de un Romano, al izquierdo valiente de unos hombres...

Y marcharemos al extasis de una ciudadania, por un camino de cera. Y volveremos a ser niños asombrados ante la Majestad de un Dios que ha bajado a vernos otra vez, al igual que en aquellos años llenos de aroma de vida recién estrenada, mucho antes de ese día en que parten de verdad aquellos barcos por el rio.

Os llamo a la vida, a la vida, trianeros, a la vida de una semana que cuenta el tiempo al revés. Ya queda menos compadre e iremos a verlo allá donde mueren los que no son capaces, al frío mundo de los indolentes, a las fronteras que no cruzamos por temor a encontrarnos con la verdad reseca de los que no tienen nada. Nuestro Padre Jesús Soberano, hay que tomar tu palabra y hacerla social y cotidiana, traducirla a los hechos de este siglo que empieza y que, como los anteriores, amenaza con dejar almas violadas en los cementerios. Mientras alguien mire al pan con envidia, el trigo no podrá dormir, oí decir, así es la vida compadre.

viernes, 1 de abril de 2022

DÉJAME QUE TE ACOMPAÑE


Me acomodé en uno de tus rincones en los que la vida transcurre lenta, a velocidad de óleo, dispuesto a rondarte cada noche desde las tinieblas de cualquier bocacalle. Me propuse quererte desde la fiebre que me consumía, desde el grueso de la muchedumbre que te ama, desde el silencio atronador de mis pulsos, desde la lágrima y el sobresalto de mi alma soberana. Y así fuimos creciendo, tú en tus cosas y yo... también en las tuyas.

Fue entonces cuando supe que había nacido a ti y que me había escondido durante varios años. A veces pienso, como dijo el poeta, que solo nos falta la miseria para ser invencibles. Sin embargo, sigo amándote con la misma imprudencia de siempre, como si fueres solo mío, como si nadie más pudiera amarte con la furia de los tímidos o la impericia de los adolescentes. Sigo abrigando una tortuosa senda de sentires que me lleva, inevitablemente, ante ti. Y ante ti estoy, al igual que aquél otro día en el que el soplo de tu gracia golpeó mi rostro. Me encanta como nos esperas, con aquelos hermosos niños de San Gonzalo.

En poco más de unos días, el tiempo empezará a ser descontable, justo cuando se eche a la calle esa vista aérea de Dios que es mi cofradía. La plaza estará llena de emociones encontradas, van a ver pasar a los que como si les hiciera andar aquél sonámbulo discurrir de la infancia; los comercios de cinta métrica y cartón han visto aglomerarse a sus puertas la paciencia de la espera; el barrio nunca ha sido tan transitada por almas con papeleta de sitio; hasta el nazareno del Siglo Sevillano parece haber vuelto a contar los días en su esquina de San Jacinto. Empieza ya a saber a incienso la palabra, se empiezan a soñar capirotes en bandada sobre la penumbra de las calles, se oyen tambores a lo lejos, se quitan los dedos su pátina de ceniza y cruza las esquinas la sombra de una parihuela.

Mi pregunta, esa que lleva persiguiéndome tantos años, no deja de ser una forma de súplica. Tú eres, Soberano, el último flotador de un barco que nunca acaba de hundirse. Danos la Fe, que cuando un hombre tiene Fe, nunca está solo. Y ayúdanos a quitarnos tanto Judas de encima, tanto visitante de la muerte, tanta fiereza de pistolas negras sobre su gente, tanta navaja afilada por sabinos enloquecidos y calentada al fuego de las hogueras por aólitos de no sé qué independencia. Yo rezaré por las calles de Sevilla, no hace falta que me lo pidas, yo seré tus PIES