EL PUENTE DE BARCAS

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martes, 8 de mayo de 2012

LA LEYENDA PRIMITIVA...(archivo:Salvador Távora)


Carmen fue una gitana cigarrera y trianera, cuya vida y muerte, entre el primer cuarto del siglo pasado, generó una leyenda popular. Cuando Mérimée escribe Carmen, en 1845, a los quince años de escuchar de la boca de la Condesa de Montijo la popular leyenda, lo más probable es, tratándose de la imaginación de un novelista, que personajes, paisaje, formas y costumbres de un entorno cultural lejano al suyo, en el que vivió de paso en 1830, se le mezclen en los recuerdos y pasen a protagonizar una historia cuyos puntos de partida fueron austeros e insólitos, y de ninguna manera típicos ni tópicos; y de ahí que por ser hechos inhabituales en la vida de esa sociedad donde se produjeron, conmocionaran al medio y se convirtieran en leyenda.

Entabló Carmen amores con un militar vasco llamado D. José Lizarrabengoa, quien, tras participar en una redada de gitanos en Triana y atraído por su singular belleza de mujer, la toma del suelo, caída y atropellada, y evita su detención. En la sociedad sevillana de aquel tiempo (y quizás también de éste) el emparejamiento público de un hombre castrense con una gitana sin pasar por ningún registro civil ni bendición eclesiástica alguna, fue un acto escandaloso y provocativo que zamarreó a la pequeña y alta burguesía sevillana encorsetada en costumbres sociales inviolables.

En el curso de ese descarado concubinato, Carmen, desde su condición de mujer libre sin dependencia económica de un hombre por su trabajo de cigarrera, se destacó, acrecentando el escándalo de sus amores, capitaneando cuantas revueltas reivindicativas de los derechos de la mujer en el trabajo se levantaban en el clima industrial donde se desenvolvía. Asumió posturas políticas progresistas que la llevaron a liderar importantes conquistas en el campo de las incipientes libertades de la mujer andaluza. Eran tiempos donde al General Rafael de Riego, sublevado en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan en 1820 en el marco de una conspiración en favor de la Constitución de Cádiz de 1812 derogada en 1814 por Fernando VII, se le recibía en Triana con toques de campanas entre el fervor popular. Años después, el 7 de noviembre de 1823, Rafael de Riego fue ahorcado en Madrid por haber votado, como diputado en las Cortes reunidas en Sevilla, por la suspensión temporal de los poderes del monarca.

Estos dos hechos, ya provocativos y capaces de engendrar una leyenda por sí solos, se agigantan por un suceso que conmueve a la sociedad andaluza en general: las graves heridas que el militar de Elizondo le produce en una reyerta a un oficial de su regimiento, por celos en sus amores con la cigarrera. Encarcelado D.José Lizarrabengoa, Carmen le guarda fidelidad que subraya con constantes visitas a la prisión donde el militar cumple su condena. Y al obtener D.José su libertad reanudan, con toda su intensidad, sus públicas relaciones amorosas y cotidianas. Y es entonces cuando se produce el hecho más sangrante y doloroso de la historia: la muerte de Carmen apuñalada con una bayoneta militar por su amante.

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