EL PUENTE DE BARCAS

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sábado, 23 de abril de 2022

23/ABRIL/1980. UN DÍA COMO HOY... (foto: Caballos finales de los 90)



 


Tenemos ya los dos indisolubles binomios: hermano-costalero y hermano-oficio. No es otro sino la promoción del sentimiento, de un culto público que no simplemente supone la convivencia en la calle de tradición y modernidad sino de religiosidad y modernidad en mutuo respeto. Y Sevilla no pudo sino entenderlo a través de la imagen, porque acaso la Fe elemental, pero grande, de este pueblo, necesitaba el camino de la belleza para hacer palpable esa realidad, una grandeza expresada en tan corto vocablo.

Por eso el costalero, surgido a la vida tan emotivo como hemos referido, cree en Dios, Señor de todas las cosas. Y para desgranar todo el fruto que para él es su credo y el de todo buen costalero, quiere tenerlo al alcance de sus sentidos corporales. Él, consciente de los frutos de la Redención, quiere ver al Dios-Hombre en el trance de su inmolación por nosotros; quiere con ello arrepentirse de sus faltas, y con su espíritu de artista seremos sus pies, nos decidimos a llevar la Pasión de Cristo al arte de las cofradías por las calles de Sevilla. Y las calles todas de la ciudad, se convierte en la nueva Jerusalén, que quiere aliviar sus dolores pasionales haciendo del silencio abrazo de cruz; del murmullo preludio de la esperanza; de la risueña expresión de júbilo que siempre se nos hace nostalgiaco, porque cuando vamos juntos debajo del faldón sólo la calma de Sevilla y la Esperanza única de la ciudad, la comprensión del misterio de nuestro oficio anidaba en el corazón de todos los cofrades sevillanos.

Hermano, Getsemaní será la Alameda de Hércules, llanura de la sal de Sevilla que la llamara el poeta, para que un ángel consolador se acerque al Cristo orante de Monte Sión. Y lo será la hoy Plaza de Jesús de la Redención como testigo mudo del beso de la traición. O el andén del Ayuntamiento, cuando el Soberano Poder simplemente se convierta en Prendimiento y el edificio nos parezca un lejano palacio visto desde el huerto de la oración tras la cena del Sacramento en los Terceros.

Ese palacio lejano se recreará como el de Herodes, Anás o Caifás en los imponentes pasos de las hermandades de la Amargura, Jesús ante Anás y San Gonzalo. Escenografía evangélica pura, escuela de capataces y costaleros y recordatorio para los mayores. Una saga de capataces junto a sus hombres de confianza. Angelito Montes, mi hermano mas chico, costalero de cabo a rabo siempre humilde y honrado. Donde me enseñó a finales de los 90 a sentirme costalero. Que bonito poder ir juntos en el lugar donde todo se convierte es sepia...

Las hermandades como Iglesia que son, desde siempre se han aprestado a la labor de retirar tantas cruces sociales. Ahí están, por poner solo algunos ejemplos, la labor de la Hermandad del Buen Fin con los discapacitados; la bolsa de caridad de la Hermandad del Gran Poder; la intensa labor social de la Hermandad de la Macarena, o la que desarrolla la más joven Hermandad de San Gonzalo, que si el escultor dijo al del Soberano Poder “mi cristo para Sevilla”, sus hermanos dijeron, y nosotros para los necesitados del barrio, siempre con el izquierdo por delante pero con éste que está aquí, al lado izquierdo del pecho. Puro evangelio según San Mateo, porque cuando lo hicimos con nuestros prójimos, lo hacíamos para que todo un barrio nos viera crecer a los tres hermanos, como COSTALEROS ETERNOS SOBERANOS.

Felicidades hermano y gracias eternamnte y que los años perduren en el tiempo y que el amor al costalero siga vivo en generaciones y generaciones. 

La saga de una dinstía, los Montes.








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